Vivimos en una cultura donde se enfoca mucho en el deber de los padres. Los padres son responsables de que sus hijos sean buenos, morales, amables, exitosos, y en caso de los cristianos, piadosos. Así que los padres tienen que asegurarse que sus hijos lo tengan todo, amor, educación, provisión y en última estancia, si hay tiempo, vida espiritual. Es muy interesante que el quinto mandamiento pone el énfasis en los hijos y no en los padres (es obvio que hay mucho que la Biblia nos dice en cuanto a la responsabilidad de los padres hacia los hijos y de los hijos respondiendo a lo que ellos les enseñan).
Hasta hoy hemos visto los primeros cuatro mandamientos. Los primeros cuatro mandamientos tienen que ver con nuestra relación con Dios. El primero nos enseña que Dios debe ser al que amamos sobre todas las cosas y personas. El debe ser la primera prioridad de nuestra vida. El segundo mandamiento nos enseña que debemos adorar solo a Dios en espíritu y en verdad y no tratar de reemplazarlo con nuestros ídolos. El tercero, nos enseña que debemos honrar su nombre con toda nuestra vida; su reputación porque Él es el único Dios verdadero y lo merece. El cuarto mandamiento nos enseña que debemos consagrar un día a la semana para dedicarnos al Señor. Ese día lo usamos para reflexionar en nuestro amor hacia Él, lo adoramos, bendecimos su nombre y descansamos en Él.
Es muy importante tender esto. Esto quiere decir que nuestra relación con Dios es la base de nuestras relaciones, especialmente en nuestro hogar. Los siguientes seis mandamientos tienen que ver con nuestra relación con otros. El quinto mandamiento nos enseña que debemos honrar a nuestro padre y madre y nos da la promesa de Dios para quienes lo cumplen. Dios quien diseño la familia como un reflejo de la Trinidad, nos manda a honrar a los que Dios ha puesto como padre y madre en el hogar.