Charles Colton escribió que “la imitación es la manera más sincera de la adulación”.
Quizás estés de acuerdo o no pero sabes que la imitación es algo que cuando una persona lo hace toma atributos de la otra persona. Esta persona ve los actos y palabras que provienen del carácter de la persona.
Lo miramos con los niños. Los niños imitan a sus padres. Imitan lo que son, lo que hacen y lo que dicen. Como padres, esto nos hace sentir o muy bien o un poco preocupados cuando la imitación es lo que no es bueno.
Al mirar a mi hijo mayor, veo expresiones verbales y no verbales que adquirió de mi. Veo que también imita algunos rasgos buenos y algunos que expresan mis debilidades. Lo único que puedo hacer es decirle que esas expresiones son debilidades que debe mejorar. No creo que le he dicho “imítame a mí” porque no es necesario. Claro él también sabe que sigo a Cristo y que mi deseo es ser como Él.
Muchos no nos atrevemos a decir como dijo el apóstol Pablo, “sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Quizás no lo decimos porque no imitamos a Cristo, caemos cortos o no queremos vernos como personas arrogantes y pretenciosas. Pero Pablo lo dijo, y si ellos lo imitaban estarían imitando a Cristo y consecuente mente ellos también podrían decirlo.
Ciertamente el contexto nos enseña a lo que Pablo se está cuando dice esto.
Pablo está diciendo “Así como yo no busco mis propios intereses porque quiero poder compartir el evangelio con muchos así deben hacerlo ustedes ya que yo sigo el ejemplo de Cristo. Yo le doy gloria a Dios en todo lo que soy y hago.”
Pero este principio va más allá de esto porque nuestro llamado es ser como Cristo en toda nuestra forma de ser y de vivir.
La semana pasada terminé con una pregunta que decía, “¿Qué hay de atractivo en tu vida que atrae a otros a Cristo para compartirles el evangelio?”
Lo que debería ser atractivo es que tu vida y la mía imita a Cristo.
Es posible engañar a otros siendo algo que no somos y presentando una imagen irreal. Pero eventualmente esta fachada será descubierta y si no lo es aquí durante nuestra estancia temporal en este mundo, lo será delante de Dios en el día del juicio. Además, siempre hay alguien que está cerca y nos conoce tan bien que es imposible engañar.
Pero nuestro llamado es el de vivir vidas sinceras (sin cera), transparentes que muestran la gracia de Dios al ir imitando a Cristo.
Esto implica un proceso activo de tres pasos o tres verbos que siguen un orden preciso. Si no se sigue en este orden habrá en nuestras vidas una incongruencia y esto no nos ayudará a nuestra credibilidad ante el mundo que nos ve y nos examina diariamente.
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