No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,
Ni te fatigues de su corrección;
Porque Jehová al que ama castiga,
Como el padre al hijo a quien quiere. – Prov. 3:11-12
y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. – Hebreos 12:5-11
La disciplina del Señor es a menudo ignorada hoy día. Sin embargo, tanto el Antiguo y Nuevo Testamento nos enseña que Dios nos ama y nos disciplinará cuando lo necesitamos. La disciplina viene cuando some abiertamente desobedientes o internamente rebeldes y no hacemos caso a lo que El nos dice. La disciplina puede venir directamente Dios causándola o dejando que las consecuencias nos enseñen. No debemos menospreciar ni fatigarnos de la disciplina que recibimos nos recuerda Proverbios. ¡Ah pero esto no es fácil! ¿Porqué no menospreciar ni fatigarnos de su disciplina? Porque Dios nuestro Padre nos ama. Dios no es un padre alcahuete que nos dejará vivir como nosotros queremos. Si no nos disciplina entonces no somos verdaderos hijos. La disciplina de nuestro Padre es superior a la de nuestros padres (si es que la tuvimos). Nuestros padres nos disciplinaban como les parecía a ellos y para lo que ellos querían darnos a entender. Pero nuestro Padre nos disciplina porque esto nos aprovechará a ser santos, a ser más como Cristo. Sí, esta disciplina no trae gozo inmediato sino tristeza pero a su debido tiempo dará su fruto y aprenderemos. Este es el propósito de la disciplina del Señor.
Pero sí debemos aprender de otra manera Dios nos seguirá disciplinando. ¿Recuerdan cuanto tiempo disciplinó Dios a su pueblo? Fueron cuarenta años. La duración de nuestra disciplina depende de nosotros en muchas ocasiones. Nuestra respuesta debe ser: ¡Quiero ser obediente!
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