Las coronas son el símbolo de la victoria, de ganancia, de reconocimiento, orgullo y aun de realeza. En el tiempo de Pablo las coronas, especialmente las que se daban en competencias s eran hechas de laureles así que no eran muy perdurables. Sin embargo estas coronas, se daban para otorgar el reconocimiento que una persona se había ganado y merecía.
En este pasaje miramos como Pablo habla de la iglesia en Tesalónica como su corona en la venida de Cristo. Para Pablo ellos eran tan estimados y valiosos que no había mejor premio que pudiera recibir del Señor en su venida que no fueran ellos mismos. Pablo y sus colaboradores habían sido los que Dios usó para traerles al conocimiento de Cristo. Para ellos, este hecho y el hecho de que permanecían fieles al Señor era considerado como su corona “delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida”. Ellos eran “su gloria y gozo”.
Ya sea que nosotros seamos considerados coronas para alguien más o que consideremos a otros como nuestras coronas (si los hemos llevado a conocer a Cristo o al crecimiento espiritual), hay ciertas cualidades que vemos en esas personas que revelan nuestro valor hacia ellas.