Todos pasamos por tiempos destierro espiritual. Quizá no como el reino del Sur o Judá que estaba compuesto por las dos tribus de Israel, lado de Judá y de Benjamín, después de la separación de las doce cuando Salomón murió. Esto me pasó a mi hace como siete años atrás. Y aunque no fue una rebeldía completa, fue una separación que me llevó a la apatía, la indiferencia, el desánimo y la falta de deseo de seguir a Cristo. No pensé que saldría de ese valle. Dios fue paciente y me guio hasta que me restauró y ayuda a levantar de nuevo.
Isaías 1-39 habla del juicio de Dios sobre Judá. Desde la muerte de Ezequías, Israel había descendido en la apostasía espiritual. Unos años antes, Israel o el reino del Norte compuesto por diez tribus había sido llevado cautivo por Asiria. Ahora Judá o el reino del Sur estaba en la misma dirección que el reino del Norte excepto que Babilonia sería la nación que los desterraría.
Pero este pasaje nos habla más que solo de un destierro físico, nos habla del destierro espiritual. Es la separación que nosotros hacemos con Dios debido a nuestro pecado. En el caso de Judá, Dios lo disciplinó por 70 años mandándolo cautivo. En nuestro caso, el destierro no es físico sino espiritual. Aunque esto no es lo que Dios quiere, muchas veces nosotros creemos que entendemos mejor el plan de Dios, o simplemente rechazamos el plan de Dios para nuestras vidas y seguimos nuestros deseos. Esto trae el destierro espiritual.
Así es con nosotros. Primero, Dios nos advierte que nuestro pecado, nuestra desobediencia traerá su disciplina. Nos advierte vez tras vez pacientemente. Nuestra desobediencia nos lleva a experimentar su disciplina. Su disciplina es el proceso de corrección por el cual debemos pasar hasta que aprendamos lo que Él desea para nosotros. ¡Qué diferente fuera nuestra vida si fueras obedientes a Dios! ¡Cuantas cosas no agradables nos evitaríamos! Muchas veces al mirar lo que la desobediencia trae a las vidas, las consecuencias, el caos, me llena de tristeza pensando que se podía evitar si escucháramos la voz de Dios.
Y en todo esto, Dios no nos deja hundidos en el castigo. Nos da su consolación. Este es el tema que Isaías desarrolla en los capítulos 40-66.
El mensaje de la promesa del capítulo 40 no fue solo para el reino de Judá sino para nosotros. Este mensaje es para nosotros. El mensaje es que, en el Prometido, en Cristo, el Mesías tenemos consolación, perdón, rescate, y tenemos su Palabra confiable que nos guía e instruye. Le tenemos a Él como nuestro Dios soberano como nuestro pastor, nuestro Señor, nuestro sustentador. A través de Él podemos experimentar la transformación de Dios y una vida en paz con Él. Este es el mensaje de Isaías 40. Habla de cuatro aspectos que son parte de la promesa para su pueblo en tiempo de destierro espiritual.
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