Como creyentes, sabemos que Dios está envuelto en nuestro lamento. El lamento se expresa no solo a otros sino también a Dios. Esto no es tan común, pero es importante. A menudo este lamento incluye, admitir que lo que ha producido nuestro dolor es nuestra desobediencia a Dios. Esto es lo que vemos en este pasaje. En los primeros versículos (vv. 12-17), Jerusalén expresa públicamente su dolor que Dios le ha causado. Ruega que los que le escuchan tengan compasión de ella. Además, Jerusalén expresa su dolor al Señor (vv. 18-22). Ella declara que Él es justo y que la culpable es ella por rebelarse en contra de Él. Ruega que Dios vea su sufrimiento.
El pasaje nos enseña a lamentarnos horizontalmente y verticalmente. Ambos son necesarios para mantener la perspectiva correcta. De otra manera, nos llevará a la desesperanza.Además nos ayuda a aprender compasión de los que están pasando por dolor y sufrimiento. Nos ayuda también a aprender a expresar nuestro lamento a Dios tanto cuando es nuestra culpa o cuando no lo es.