Esta mañana comenzamos con nuestra primera declaración:
“Creemos en la inspiración verbal y completa en el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Los consideramos como la Palabra de Dios inerrante, la autoridad suprema y final.”
Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios revela su plan de salvación a través de Cristo. En Génesis miramos como Dios crea al hombre para tener comunión y como el pecado entra por obra maligna de Satanás. Dios tiene que excluir al hombre y a su mujer de su presencia, pero no sin antes darle la esperanza que de su simiente vendría el salvador. Dios llama a Abraham y le promete que de su simiente vendría la bendición para todas las naciones. Este hijo no era Isaac sino que uno mayor que Él. De Abraham forma una nación llamada Israel a través de la cual Dios quiere mostrar al mundo su gloria. Vez tras vez su pueblo rechaza su verdad y sigue sus deseos buscando en dioses ajenos la satisfacción. Dios disciplina a su pueblo, pero les promete que de no les desechará para siempre. De una de esas tribus, Judá, que formó la nación, vendría el que les salvaría. Este sería su rey. Su pueblo espera ese día con mucha expectativa. Pasaron más de 400 años desde la conclusión del Antiguo Testamento hasta el Nuevo donde Dios no habla a su pueblo. Silencio. ¿Será que Dios se olvidó de ellos? El Nuevo Testamento se abre con Juan el Bautista preparando el camino del Señor. Enseguida vemos la aparición del cumplimiento de la promesa, Jesucristo. Gal. 4:4-5
Fue Él, el Salvador prometido, que vino a rescatarnos del pecado y “recibiésemos la adopción de hijos.” A través de Él somos libres del pecado, ya no somos esclavos, sino hijos de Dios “heredero de Dios por medio de Cristo.”
Este es el tema central de la Biblia. Es un libro Cristo-Céntrico.
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