“Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo.” Salmo 23:4 (RV)
Según Phillip Keller el autor del libro “La Vida en el Redil”, durante el verano el pastor que ha pastado a sus ovejas hasta las cumbres de las montañas comienza su descenso (el otoño) para llevarlas de nuevo al redil y así estar de vuelta en casa para el invierno. Este caminar es difícil ya que las lleva por los valles. Estos valles son muy peligrosos pero las ovejas permanecen muy cerca del pastor. A pesar de esto, en estos valles se encuentra la mejor agua y el mejor pasto.[1]
Se puede notar que hasta este punto el Salmo ha expresado la grandeza del pastor por lo que Él hace por sus ovejas. Pero comenzando en el versículo 4, el Salmo se vuelve más personal. Ahora la oveja, en este caso David que representa a todos los cristianos, se expresa usando pronombres personales que indica lo que el pastor hace (por mí).
Lo primero que encontramos es que el pastor está conmigo en los valles de sombra de muerte. Me recuerdo los valles o barrancos en los que solía investigar cuando era pequeño. Estos valles eran oscuros, agua corría y aun había plantas verdes. No recuerdo que pensaba lo peligroso que eran, pero esto no quiere decir que no lo eran. En el tiempo de David, estos valles eran igualmente peligrosos. Siendo pastor, David entendía que, siendo el pastor, y estando con ellas en estos valles estaban seguras. Ellas no tenían por qué temer pasar por estos valles. Es igual con nosotros.
Pasar por estos valles es parte de ser cristiano. El Señor nunca nos prometió que no experimentaríamos las dificultades y el sufrimiento, pero sí prometió estar con nosotros al pasar por ellos. Nuestro llamado es confiar en Él. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33). Nuestro pastor ya pasó por el valle de sombra de muerte. El sufrió y murió a manos de personas malas, pero venció la muerte. Él resucitó y al creer en Él como nuestro pastor, él nos asegura la victoria sobre el sufrimiento, las dificultades y aun la muerte.
Una pregunta que surge al pensar en esto es, ¿porqué debemos sufrir? Es una pregunta muy común hoy día. Podemos mirar varias verdades en la Biblia acerca de esto.
Primero, la aflicción y el sufrimiento son parte de la vida del ser humano pecador. “La maldad no brota del suelo; la desdicha no nace de la tierra; es el hombre el que causa la desdicha, así como del fuego salen volando las chispas.” Job 5:6-7 (VP)
Segundo, Dios no es el originador de la maldad, del sufrimiento ni del pecado. “Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo.” Salmo 5:4
Tercero, nuestro Buen Pastor experimentó la injustica y la maldad más grande para poder asegurarnos un futuro perfecto en la eternidad. El Hijo de Dios, siendo perfecto no merecía experimentar el sufrimiento, el castigo y la muerte. Aunque fueron hombres que lo hicieron, era la voluntad de Dios en su soberano plan para poder salvarnos (Hechos 2:23). Él tubo que pagar a Dios la deuda de nuestros pecados para que nosotros pudiéramos volver a Dios y tener la seguridad de la vida eterna. Él canceló el efecto de la muerte eterna que merecíamos a través de esto acto supremo de sacrificio.
Cuarto, por consecuencia, como cristianos, las dificultades y el sufrimiento y aun la muerte solo nos hacen acercarnos más a nuestro Pastor. Fuimos llamados para esto: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;” (1 Pedro 2:21). Seguir a Cristo y llegar a ser como Él implica que sufriremos como Él. Esto es un privilegio.
Esto no quiere decir que es fácil pasar por estos valles, pero podemos estar seguros de que Él está con nosotros en todos esos momentos y que en medio de ellos podemos conocerle aún más. Pablo lo dijo de esta manera, “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10). Quizás no entendemos porque nos pasan estas cosas pero podemos estar seguros que todo esto nos asegura un peso (honor) aun más grande en la eternidad (2 Corintios 4:17).
Todos tendremos que pasar por el valle de sombra de muerte hacia la ciudad celestial. Es una sombra porque sabemos que pasaremos a través del valle y llegaremos a nuestro destino final. El libro el peregrino describe a cristiano pasando en este valle de sombra de muerte. Aunque es una alegoría de la vida cristiana nos da una idea de lo que será pasar de este mundo a la ciudad eterna.
Los peregrinos entonces comenzaron a inquirir si no había algún otro camino hasta la puerta; a lo cual ellos respondieron: “Sí, pero a ninguna persona salvo a dos, Enoc y Elías, se ha permitido recorrer ese camino desde la fundación del mundo, y no se permitirá hasta que suene la última trompeta”.201 Entonces los peregrinos, especialmente Cristiano, comenzaron a desconsolarse en su corazón, y a mirar a uno y otro lado, pero no pudieron encontrar ningún camino por el que poder evitar el río. Entonces preguntaron a los hombres si las aguas eran profundas, y ellos dijeron: “No”. Sin embargo, no podían ayudarles en tal caso, porque dijeron: “Ustedes la encontrarán más o menos profunda según su fe en el Rey del lugar”. Entonces ambos se dirigieron al agua; y al entrar, Cristiano comenzó a hundirse, y gritando a su buen amigo Esperanza, le dijo: “Me hundo en aguas profundas; las ondas cubren mi cabeza, ¡y todas sus olas me sobrepasan! Selah”. Entonces dijo el otro: “Ten buen ánimo, hermano; siento el fondo, y es bueno”. Y dijo Cristiano: “Ah, amigo mío, las tristezas de la muerte me han rodeado; no veré la tierra que fluye leche y miel”. Y después, una gran oscuridad y horror descendieron sobre Cristiano, de modo que no podía ver lo que tenía por delante. También aquí perdió sus sentidos en gran medida, de modo que tampoco podía recordar ni hablar ordenadamente de ninguno de aquellos dulces refrigerios que habían encontrado en el camino de su peregrinación… Entonces vi en mi sueño que Cristiano estuvo reflexionando un rato. A lo cual Esperanza añadió estas palabras: “Ten buen ánimo, Jesucristo te hace sano”. Y Cristiano dijo en alta voz: “¡Oh, le veo otra vez! Y me dice: ‘Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán’”.203 Entonces ambos cobraron ánimo, y el enemigo quedó después de eso tan quieto como una piedra hasta que los dos hubieron cruzado. Cristiano, por lo tanto, encontró terreno firme donde pisar; y se dedujo que el resto del río no era profundo. Así cruzaron… En ese momento también salieron a recibirles varios de los trompeteros del Rey, vestidos con vestiduras blancas y resplandecientes, quienes, con melodiosos sonidos, hicieron que hasta los cielos resonasen con su sonido. Esos trompeteros saludaron a Cristiano y a su compañero con diez mil bienvenidas del mundo; y lo hicieron con gritos, y con sonido de trompeta… Y vi en mi sueño que esos dos hombres entraron por la puerta; y he aquí que cuando entraron, fueron transfigurados, y les vistieron de vestiduras que resplandecían como el oro. También estaban quienes les recibieron con arpas y coronas, y se las entregaron; las arpas para alabar con ellas, y la corona como señal de honor. Entonces oí en mi sueño que todas las campanas en la ciudad repicaron de alegría, y a ellos se les dijo: “Entren en el gozo de su Señor”. También oí a los hombres mismos, que cantaban con fuerte voz, diciendo: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”.[2]
[1] La Vida en el Redil por Phillip Keller, (Miami Florida: Editorial Caribe, 1989) cap. 7.
[2] Bunyan, John. El progreso del peregrino (Spanish Edition). Whitaker House. Kindle Edition.