De esto habla Efesios 2:11-13.
En Jeremías 6:14 encontramos que muchas veces pretendemos que tenemos paz, pero nuestra vida es una ruina espiritual., “Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz.” El pueblo de Israel estaba por recibir el castigo de Dios debido al pecado, pero pretendían que todo estaba bien. Nosotros Podemos pretender que hay paz, pero la verdad es no hay paz.
Pero esta falta de paz es antes que todo, es con Dios.
Éramos enemigos de Dios – Efesios 2:11
“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.” Efesios 2:11
Todo comenzó con nuestro primer antepasado Adán. Lo encontramos en el libro de Génesis capítulo 3. Adán y Eva cedieron a la tentación de pecar en contra de Dios, lo cual trajo la separación espiritual y la muerte física. No solo esto, sino que el pecado reinó en la naturaleza pecaminosa de ellos y fue transmitida a nosotros. Dios llamó a Abraham y de él formó a una nación, Israel por la cual bendeciría a todas las naciones de la tierra. Él les dio un pacto, el pacto de la circuncisión con sus Leyes. El propósito era que fueran una nación santa, apartada para servirle y compartir con otros la salvación de Dios. El pueblo de Dios se volvió arrogante y en vez de compartir con otros la gracia de Dios, creo un muro. Ellos eran el pueblo de Dios, todos los demás eran “gentiles” los incrédulos, los incircuncisos que eventualmente llegaron a ser una categoría para referirse a cualquiera que no era judío. La asociación con ellos era estrictamente prohibida.
Según Romanos 5:10 antes de conocer a Cristo éramos enemigos de Dios. Colosenses 1:21 dice que éramos, “extraños y enemigos” en nuestra mente para con Dios.
Aunque esto es verdad esto no quiere decir que Dios es un Dios enojado. No es un Dios estérico, listo para castigar si no recibe pago por el pecado. Dios es un Dios de justicia pero también de inmenso amor. Y lo demostró a través de su plan.
Este plan de paz a través del Sacrificio de Cristo – Rom. 5:1; Col. 1:20-22
Pablo dice que todo esto cambió con la llegada del Príncipe de paz. Es a través de Él que somos declarados justos delante de Dios. Rom. 5:1
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,” Efesios 2:12-15
En otras palabras, la división que los judíos habían creado por medio de su religión fue eliminada en Cristo. Rompió las diferencias religiosas y culturales y abrió un nuevo camino (un nuevo pacto) por el cual podemos llegar a tener paz con Dios. Esta paz es para cualquier persona no solo para los judíos.
¿Cómo sucedió esto?
“aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;” Efesios 2:15-17
“y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;” Col. 1:20-22
Lo hizo a través de sacrificio en la cruz. Lo que Israel no pudo hacer, lo hizo Cristo. Cuando creemos en el sacrificio que Él hizo en la cruz, creemos por fe, nos arrepentimos y le damos nuestra vida, somos unidos a Él. Ahora somos UNO en Él. Somos UN pueblo formado por su sacrificio cruento en la cruz.
– La religión no puede hacer esto
– El dinero no puede hacer esto
– El movimiento pacifista no puede hacer esto
– La cultura no puede hacer esto
– Los movimientos de reconciliación racial no pueden hacer esto
Solo Cristo puede hacerlo cuando creemos en Él. No un creer superficial. Sino un rendimiento completo a su Señorío.
Su sacrificio es la base de nuestra paz. Pero el mismo es la paz.
Su Persona es Nuestra Paz – Isaías 9:6; Mateo 2:2,6; Efesios 2:14
“Porque él es nuestra paz” – Efesios 2:14
Él no era un simple hombre, buen maestro,
1. Él es el Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad.
Los “reyes” o dignitarios que estudiaban las estrellas recibieron una revelación especial. Se les mostró quien era el Mesías, el Salvador de Israel y fueron invitados a venir a adorarle. Esto algo sobrenatural porque este niño no era cualquier niño, era el Hijo de Dios.
Es el Rey de los judíos y nuestro también, “diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” (Mateo 2:2)
Es el guiador, el pastor de Israel,
“Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará[a] a mi pueblo Israel.” (Mateo 2:6)
Este niño era Dios mismo, Emanuel, Dios viniendo a morar con nosotros por un tiempo y dar su vida para darnos paz con Dios.
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Isaías 9:6
2. Porque es nuestra paz, es nuestra vida, porque es nuestra vida, es nuestra paz.
Estamos vinculados con Él. Su paz es nuestra paz. ¡No hay divorcio, jamás!
3. Es Nuestra Paz para Siempre, por Toda la Eternidad
Esta paz con Dios, no es como la que el mundo da. No es una paz temporal sino eterna. Jamás debemos dudar que Dios no nos ve como sus hijos, porque a través de Cristo nuestra paz con Él ha sido establecida de una vez y por siempre.
Esta paz con Dios, es la base de nuestra vida diaria. Esta es la paz práctica personal. Aunque no es perfecta de nuestro lado por nuestra falta de perfección, sabemos que tenemos paz con Él y que nuestro futuro está seguro con Él. Las circunstancias de este mundo jamás quitaran esta realidad.
¿Es Él tu paz? ¿Estás buscando la paz en algo o alguien más? Nada te dará paz. San Agustín, dijo una célebre frase,
«Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
Si estás cansado, el príncipe de Paz de invita a venir a Él,
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;” – Mateo 28:19-20
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