Esta es cita de la novela “Los Hermanos Karamazov” por el novelista Ruso famoso Fyodor Dostoevsky (Pronounced: dahs-tuh-YEF-skee) que escribió mucho sobre Dios y el cristianismo en sus novelas. Estas son las palabras que le da un monje anciano a una mujer muy rica que duda en su creencia en Dios. Al escuchar esto, la señora comienza a criticar su sueño idealista de lo que el amor y la caridad es y podría ser pero a la vez menciona como la gente es ingrata. Critica al amor como una manera de controlar al necesitado. El monje le responde que no hay más que pueda decirle a ella, solo que el amor “puesto en práctica es una cosa grave y espantosa, comparado con el amor que vemos en los sueños.”
– Citado en “Espiritualidad emocionalmente sana” (p. 179). Vida. Kindle Edition.
Así es el amor de Dios que debemos mostrar al prójimo. Jamás será fácil pero no imposible para los que hemos conocido el amor de Cristo en nuestras vidas.
Hemos estado hablando sobre el amor al prójimo las últimas dos semanas. Hemos contestado ¿Porqué debemos amar al prójimo?, ¿Quién es nuestro prójimo? y hoy hablaremos sobre ¿Cómo amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos? ¿Qué envuelve y cómo lo hacemos en nuestra vida? Esta parábola de nuestro Señor nos enseña esto.
Debemos entender primero que nuestro Señor no dijo “bueno o buen” en la parábola. El estaba respondiendo al intérprete que quería justificarse para no amar a su prójimo. El título “buen samaritano” es derivado de la parábola pero no es de ninguna manera algo que nuestro Señor dijo. Los que ayudaron a formular los párrafos en la Biblia decidieron darle ese título.
Este título tiene sus problemas. Primero asume que el propósito es el de ser buenos. El propósito no es el de ser buenos. El propósito es el de ser obedientes a Dios. Segundo, asume que es hay una formula para llegar a ser buenos. Esta parábola tiene su enseñanza principal y hay muchas cosas que no son consideradas cuando hablamos de amar al prójimo.
¿Cómo amar a nuestro prójimo?
1. Debemos mostrar el amor de Dios teniendo compasión vv. 30-33
La parábola comienza con “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.” v. 30
Lo primero que alguien pudiera decir que quiere esquivar su responsabilidad es, “¿Quién lo mandó a que fuera solo en un camino tan peligroso? Es su culpa” Esto es lo que leía en un comentario práctico. Decía que esto fue algo tonto, imprudente, y arriesgado. El punto de la parábola no es de tratar de hallar falta en el que tiene necesidad. Nuestro Señor nos está enseñando que cualquiera fuere le caso nosotros debemos responder con compasión.
Este hombre está casi muerto y necesita de alguien que le ayude.
A. Dios es compasivo para con nosotros vv. 31-32
Para amar a nuestro prójimo debemos entender como Dios es compasivo con nosotros. Esto lo sabían los judíos perfectamente. Esto lo sabemos nosotros perfectamente. Sin embargo, tanto el sacerdote por el temor de contaminarse ya que la Ley prohibía que tocara a alguien muerto, y el Levita que era ayudante en el templo no quisieron arriesgar nada. No quisieron arriesgar su vida “espiritual” ni su seguridad (los ladres podrían estar cerca y atacarlos).
El problema que tenemos, así como estos hombres es nuestra religiosidad legalista. Estos hombres sabían que amar al prójimo era un mandato importante, y aunque lo interpretaban mal diciendo que solo debían amar a los de su comunidad, dejaron a uno de los suyos casi muerto sufriendo en el camino. Esto es pecado. Esto es lo que muchas veces hacemos nosotros. Justificamos nuestro pecado para no obedecer a Dios y en cosas que no son pecado somos estrictos. ¡Lo tenemos al revés como estos dos hombre!
¡Y con todo esto Dios es compasivo con nosotros!
El Salmo 103:8-10 dice,
“Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.
No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el enojo.
No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.”
Luego en el versículo 13 y 14 dice,
“Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen.
Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.”
Cuando hay alguien para ayudar pensemos en lo compasivo que es Dios con nosotros y como
B. Nosotros debemos ser compasivos como Dios v. 33
“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”
1. No es solo un sentimiento.
Este hombre samaritano que era el menos probable a ayudar a un hombre judío, no solo lo vio como los otros dos, sino que pausó por un momento para ver su condición. Su condición le movió. Pero no se quedó en un sentir.
Una vez más, nosotros somos buenos para sentir emoción. Pero paramos allí. No hacemos nada.
2. La compasión lleva a la acción
La compasión del samaritano le llevó a la acción. Podemos pasar horas hablando sobre lo que sentimos por estas personas y aquellas sin hacer nada. Imagínate que discusión pudieron haber tenido el sacerdote y el levita en Jericó si se conocían. Entiendo que estoy creando una situación ficticia pero no irreal hoy día.
Dos cristianos hablando sobre alguien que tiene una necesidad. “Pobrecito…¿te acuerdas su cara? estaba bastante golpeado. Sin duda estaba muerto. Imagínate si lo hubiéramos tocado, el trabajo para consagrarnos a Dios otra vez. Sin duda alguno de nuestro pueblo lo ayudó y lo enterró. Nosotros no podemos hacer lo trivial. Estamos encargados del templo.”
¿Ridículo verdad? Pero esto es lo que nosotros hacemos muchas veces. Hablamos. Sentimos y no hacemos nada para ayudar al prójimo.
Sin embargo, debemos entender lo que no dijo nuestro Señor a través de esta parábola. No dijo que debemos suplir todas las necesidades que observemos. Esto no es posible. Recuerda que la parábola es una respuesta a alguien que tiene excusa para no amar a su prójimo. Ese es el enfoque.
El samaritano tuvo compasión. Es la misma palabra que se usa cuando se habla de nuestro Señor dice que sentía compasión por la gente sin pastor y cuando miraba a una persona con una enfermedad o necesidad (Mateo 9:36; Lucas 7:13). Este hombre samaritano estaba mostrando más compasión que los líderes del pueblo de Dios.
Pero esta acción no es una “transacción” rápida.
2. Debemos mostrar el amor de Dios supliendo las necesidades de nuestro prójimo vv. 34-35
Debemos notar que nuestro Señor un ejemplo “drástico” en esta parábola. Es un ejemplo que aunque era común en ese entonces no es algo que todos lo experimentarían con su prójimo. Sin embargo, creo que nuestro Señor está enfatizando desde el punto drástico hasta lo pequeño que podemos hacer por otros. El punto importante para reconocer es que hay una necesidad que debe ser suplida y se nos ha presentado a nosotros.
Entendamos este caso es “una” necesidad grande. Nuestro Señor pudo haber dado una lista pero no lo hizo. Cada uno de nosotros debe estar atento a las personas que Dios pone en nuestro camino para ayudarles. Recordemos también, que dentro de la iglesia, todos como comunidad somos llamados a ayudarnos unos a otros de una manera tangible. Pero habrá ocasiones donde Dios nos da la oportunidad de amar a nuestro prójimo en un proceso más largo como lo vemos en esta parábola. Y en este caso, recordemos que no es una persona dentro de la comunidad donde vivimos. Fue el Samaritano que ayudó a alguien que no era de su comunidad o de su grupo.
Creo que como iglesia fallamos mucho en ayudar a nuestro prójimo que está fuera de la comunidad de creyentes. Es por esto que nuestra iglesia tiene un énfasis en grupos misionales. Queremos preocuparnos por aquellos que no conocen a Cristo. Queremos buscar oportunidades para mostrar el amor de Cristo.
No es cómodo, requiere uso de tus recursos: tiempo, dinero, esfuerzo. En esta parábola podemos ver varios “pasos” en el proceso de amar a nuestro prójimo. Es más que suplir una necesidad tangible de una manera rápida e “eficiente”.
A. Primer paso: aliviar la necesidad inmediata v. 34a
“vendó sus heridas, echándoles aceite y vino”
El aceite era usado para aliviar y el vino usado como antiséptico. Esta era la necesidad inmediata y el samaritano le ayudó.
Es aquí donde muchos de nosotros paramos. Es fácil ofrecer ayuda inmediata y pensar que ya cumplimos con nuestra “obligación” como creyentes. Pero esto no es lo Cristo quiere de nosotros. El quiere que sigamos los siguientes “pasos”. Obviamente la situación nos mostrará cuanto es necesario hacer.
B. Segundo paso: cuidar v. 34b
“y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él”
El samaritano no solo alivió sus necesidades inmediatas sino que lo cuidó.
Este hombre samaritano le puso sobre su asno o burro en el que cabalgaba y le llevó a un mesón. Allí le cuidó por lo menos toda una noche.
Cuando ayudamos a otros debemos estar listos para cuidar a la persona. Esto cuesta. Cuesta tiempo y dinero. Pero no es esto lo que hacemos con nosotros mismos para demostrarnos amor. Nos cuidamos, invertimos tiempo y dinero en nosotros.
Piensa en lo que te dices a ti mismo cuando lo haces: “Yo merezco esto…trabajo como burro ahora merezco esta camisa, pantalón nuevo. Yo merezco esta nueva herramienta. Yo merezco esta ipad nuevo. Yo merezco estas vacaciones. Yo merezco salir de compras.” Lo haces por que te amas a ti mismo. Y cuando estás enfermo quieres que alguien te cuide.
Esto es lo que debemos hacer con otros. Amarlos como a nosotros mismos.
¡Qué difícil! ¡Si! ¡Imposible si no tienes el amor de Dios en tu corazón!
C. Tercer paso: restaurar v. 35
“Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.” v. 35
No basta solo cuidar a la persona sino llevarle al punto de una restauración, en este caso físico. Me impresiona que este hombre le dice al mesonero, “cuídamele” como si fuera un familiar. Está dispuesto también a gastar lo necesario (dos meses de vivienda) para ayudarle en su restauración física. ¡Así debe de ser si amamos a nuestro prójimo!
Debemos notar que ayudar al prójimo tiene una meta, la restauración física. En otros casos cuando la necesidad no es física la restauración puede ser de otra forma.
D. Cuarto paso: conectar con Dios
Recordemos que nuestro Señor comenzó mostrando al intérprete que debe amar a Dios y a su prójimo para heredar la vida eterna. Lo explicamos en el primer sermón de esta serie. Esto es lo que nos dice 1 Juan 4:8-12
“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.”
Nuestro Señor no está enseñando salvación por obras. No está enseñando como ser buenos humanitarios.
El propósito por el cual amamos a nuestro prójimo es porque queremos demostrar el amor de Dios. Queremos que la persona experimente el amor de Dios a través de nuestra vida. Esto no es algo que se programa como algo mecánico. Debemos estar en comunión con Dios para reconocer esas personas (algunas son muy obvias como la que presenta nuestro Señor aquí) que tienen necesidad.
“Los líderes religiosos de los tiempos de Jesús, los «líderes de la iglesia», nunca hicieron esa conexión. Eran diligentes, entusiastas y absolutamente dedicados a que Dios fuera el Señor de su vida. Aprendían de memoria el Génesis, el Éxodo, el Levítico, Números y el Deuteronomio. Oraban cinco veces al día. Pagaban los diezmos de sus ingresos y les daban limosna a los pobres. Evangelizaban, pero nunca disfrutaban de las personas. No relacionaban el amor a Dios con la necesidad de ser diligentes, entusiastas y comprometidos por completo a crecer en su capacidad de amar a las personas. Por eso criticaban a Jesús repetitivamente por ser un «glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de los pecadores» (Mateo 11:19).
Jesús disfrutaba mucho de las personas, y de la vida. Por eso se negó a separar la práctica de la presencia de Dios de la presencia de las personas. Cuando lo trataban de empujar a separar esta unión inquebrantable, se negaba. Este fue el resumen que hizo de toda la Biblia: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: Ama a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (Mateo 22:37–40).
Scazzero, Peter. Espiritualidad emocionalmente sana: Es imposible tener madurez espiritual si somos inmaduros emocionalmente (Emotionally Healthy Spirituality) (Spanish Edition) (pp. 184-185). Vida. Kindle Edition.
to re-post or reproduce without editing the content.
Disclaimer:
The contents of all personal web pages and blogs published are solely my responsibility.
Statements made and opinions expressed on personal pages are strictly those of the author and not of any organization, church, or school.