Necesité un Padre
Marzo 13 de 2013 mi Padre murió. A pesar de que nos abandonó cuando éramos niños, él es el hombre que Dios eligió para darme la vida. He escrito sobre ello en varias publicaciones mayormente en inglés, pero aquí comparto uno que escribí cuando mi padre falleció. Siempre he pensado en rol de los padres con sus hijos. También he leído un poco sobre el rol de los padres en la vida de los niños. La conclusión es indiscutible (ver esto aquí y aquí). Los padres son importantes en la vida de sus hijos. Supongo que, si hubiera tenido que elegir entre un padre no tan bueno y no tener uno, habría elegido tener uno, pero esto no me fue concedido. No guardo ningún rencor ni resentimiento, ni juzgo al hombre que Dios escogió para darme la vida. Ciertamente él ha rendido cuentas a Dios (Hebreos 9:27). Estoy agradecido de vivir y de que Dios me haya bendecido con el don de conocerlo. Sin embargo, siempre ha sido muy desconcertante e inquietante cómo los hombres pueden abandonar a los hijos que conciben voluntariamente y nunca volver atrás. Todavía no lo he entendido.
Crecer sin un padre no fue fácil. Vivir con mujeres (siete y mi mamá) no fue fácil. No tenía a nadie a quien admirar. No tenía idea de lo que debía ser un hombre. Me sentía inseguro. Necesitaba un padre. Hasta los 13 años, no tuve modelos masculinos, ninguno, ni siquiera abuelos. Fue cuando me uní a una iglesia a la edad de 13 años que Dios puso modelos masculinos en mi vida. Los dos líderes juveniles y mi pastor de jóvenes se convirtieron en mis modelos a seguir. No eran en ninguna manera perfectos, sin embargo, Dios los usó para formarme como hombre. Y, sin embargo, seguía necesitando un padre.
A los 21 años me convertí en padre. Había estudiado libros y tenía una idea de lo que debería ser un padre, pero la experiencia me enseñó que realmente no estaba tan preparado como pensaba. Necesitaba un padre. Tampoco era muy diestro con mis manos (incluso ahora), no era un manitas porque necesite un padre.
Cuando miro a mi hijo de 31 años y veo lo mucho que se parece a mí, me alegra (y el hecho de que todavía me llame “papá”). No porque sea perfecto o porque sienta que lo hice muy bien como padre, sino porque sé que él tiene un padre. Aunque de ninguna manera no fui perfecto (nadie lo es) tiene un ejemplo a seguir. Él sabe lo que debe ser un hombre y padre. Tiene un punto de referencia ahora que él es padre de mi nietecita de un año. Sé que toma su rol de padre en serio como yo lo tomé. Dios nos ha dado el deber de ser padres como cristianos.
Incluso ahora, después de todo este tiempo, pienso en lo mucho que lo necesité.