“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.” (Salmo 23:6)
En este último verso del Salmo 23 David termina su analogía del pastor y sus ovejas. Comienza afirmando con certeza ciertas verdades que son también importantes para nosotros los que seguimos al Buen Pastor, nuestro Señor Jesucristo.
David cubre tanto el aspecto temporal de nuestras vidas como el eterno, y estos dos, para nosotros los cristianos, están ligados. Notemos que es algo personal. David usa expresiones de primera persona “me”, “moraré” para afirmar su certeza en el Buen Pastor. Él es la razón de que tiene seguridad mientras viva y en la eternidad.
¿De qué está seguro David? Primero, está seguro de que durante su jornada en esta vida el bien y el amor infalible de Dios le acompañaran en todo momento. Cuando David habla del bien, habla de la bondad de Dios. El libro de Santiago dice que todo lo bueno y todos los regalos buenos vienen de Dios (Santiago 1:17). Dios en su naturaleza es bueno y siempre dará a sus hijos lo bueno. Además de esto el amor infalible de Dios estará con nosotros todos los días de nuestra vida. La palabra “misericordia” es una palabra difícil de traducir al español (y también en inglés). “Jesed” es la palabra de pacto entre Dios y su pueblo. La idea es que es un amor que perdura para siempre. Es el amor de Dios que nunca falla, es infalible. En nuestra jornada temporal y corta, es muy seguro que experimentaremos dificultades, desilusión, y sufrimiento. Pero como ovejas del Gran Pastor, podemos estar seguros de que a la misma vez la bondad y el amor infalible de Dios nos acompañaran en todo momento hasta el fin de nuestra jornada. Pero no terminan de seguirnos. Más bien estos nos guían hasta nuestro destino final.
Ninguna oveja en el medio oriente vivía para siempre con su pastor. Las ovejas eran útiles para la sobrevivencia de las personas. Pero no es así para los seguidores de nuestro Señor Jesucristo. Nuestro futuro está ligado eternamente con Él. El futuro nuestro es que habitaremos con nuestro pastor para siempre. En Juan 14:2-3 él dijo, “Voy, pues a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Juan 14:2-3
Nuestra casa está preparada para estar con Él. Puede que él no vuelva antes de nuestra partida. Pero podemos estar seguros de que si nuestra morada terrestre (nuestro cuerpo) de deshiciere tenemos “una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Cor. 5:1). Mientras estemos en este cuerpo “estamos ausentes del Señor” pero cuando estemos ausentes del cuerpo, estaremos “presentes al Señor” (2 Cor. 5:8). Y sabemos que en la presencia de Dios disfrutaremos de Él para siempre. En otro salmo David escribió: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” Salmo 16:11
Esta es nuestra seguridad eterna.